jueves, 30 de julio de 2020

LA CASA ROSADA: La punta del iceberg sobre la violencia en Ayacucho | 2018

De impecable factura (especialmente su fotografía), “La Casa Rosada“ tiene imágenes potentes que grafican los momentos más duros, más crudos y más realistas de los ayacuchanos que injustamente fueron acusados de terroristas (hasta la tortura y la masacre). Paralelamente se muestra el lado más salvaje, más irracional y más deshumanizado de un grupo de militares que debían “ordenar, limpiar y proteger el Estado”.

Bajo estas dos atmósferas narrativas (que son evidentemente de crítica y denuncia), se introduce una línea narrativa principal (que es la que atenúa el propósito del filme, para no caer en el panfleto, la apología o la polémica directa): 02 niños en busca de su padre desaparecido. Muy cómodo dentro de esta lógica narrativa, el filme se estructura y se mueve de manera convencional y unidireccional, anulando otros puntos de vista o perspectivas que podrían haberse tocado y hubiesen aportado un grado más de profundidad en el contenido, que como sabemos esta oscura etapa tuvo varias aristas en nuestro país.

La historia es sencilla: Adrián Mendoza (interpretado por un correcto José Luis Adrianzén) es un profesor universitario acusado por error de terrorista y llevado a una casona donde lo torturan unos sanguinarios y desquiciados militares. Sus dos pequeños hijos llamados Juan de Dios y María del Carmen (de rostros inocentes y simpáticos para la cámara, pero un tanto teatrales) emprenden su búsqueda en la convulsionada ciudad de Huamanga, sitiada por las fuerzas del orden, los subversivos y el toque de queda.

Se suman aportando gran tensión las efectivas apariciones de Carlos Cano (como el estricto y rígido Mayor del Ejercito) y Kike Casterot (el despiadado militar “Calamar 10”), entre otros actores de reconocida trayectoria que representan un personaje-tipo: el cuerdo militar chato (Oswaldo Salas), el militar coquero (Rodrigo Viaggio), el taxista solidario (Ramón García), el hermano que tomó un camino distinto (Cristhian Esquivel), el abogado corrupto (Walter Bustamante), el prisionero cómico (Segundino Huamancusi), la tía amorosa sin pasado y sin historia (Camila MacLennan), el teniente compasivo (Jhonny Mendoza), etc.

¿Y por qué no se clasifica el producto como “película comercial” si recurre a una estructura básica y súper lineal? La razón está en su forma: el filme oscila del drama duro al melodrama contenido hasta el suspenso angustiante, y otros giños genéricos; es decir es bastante híbrida para un público masivo que está acostumbrado a fórmulas puras o privilegiadas en cuanto a géneros. He allí su gran atractivo también, además que la pelicula activa en la audiencia la memoria, la reflexión y la indignación frente a los oscuros hechos históricos de las décadas de los años 80/90.

Con un guion un tanto esquemático y complaciente, se nota la preocupación del director por exponer más el tema que por el diseño y evolución de los personajes, obsesionado más por el acabado visual que por la estructura y el ritmo narrativo. Este nuevo filme y estreno póstumo del cineasta Palito Ortega Matute es la punta del iceberg de toda su filmografía que recomiendo verlas, principalmente “El Rincón De Los Inocentes“, que es la más lograda, más compacta y efectiva narrativamente hablando aunque de una calidad menor en cuanto a lo técnico; pero que sin duda es la que más refleja la personalidad y la esencia primigenia de su realizador desde que se inició en esta aventura cinematográfica.

TEXTO ORIGINALMENTE PUBLICADO:

Mayo, 2018