PREMIO NACIONAL DE NOVELA FEDERICO VILLARREAL 2003
"Retablo", de Julián Pérez Huarancca, es una novela de diversas dimensiones. Justamente como un retablo ayacuchano la novela contiene varias historias narradas de manera discontinua por un narrador principal, pero a cuya voz se suman otras voces y otras memorias.
Dentro de la estructura mayor, Retablo cuenta: 1) La historia familiar de los Medina Huarcaya; 2) La historia del pueblo andino de Pumaranra; 3) La historia de la crisis existencial de Manuel Jesús Medina, un Medina Huarcaya de la tercera generación y voz narrativa principal; y 4) La historia sobre la guerra subversiva a comienzos de los años 80 en esa zona de Ayacucho dirigida por Grimaldo Medina, hermano mayor del anterior.
A partir del pueblo de Pumaranra (Víctor Fajardo-Ayacucho), el ámbito de la representación se va extendiendo por toda la región de los andes ayacuchanos y las ciudades de Lima e Ica, mientras el tiempo de las acciones abarca la vida de tres generaciones de los Medina Huarcaya y de su linaje enemigo los Amorín.
La espina dorsal que atraviesa todas las historias de Retablo, la constituye la indagación de las raíces históricas de la violencia que en buena parte determinará la apuesta de Grimaldo Medina por la lucha armada para cambiar el orden vigente.
Desde tiempos inmemoriales la vida en esta región de los Andes se desenvuelve en medio de dos situaciones básicas: la oposición entre los "uquis-notables" y los "indios-chutos", como dice Carmen Ollé "por la tenencia de la tierra, el odio de clases o por el deprecio interracial"; la otra situación responde a los conflictos que existen en todas las zonas andinas entre comunidades vecinas por cuestiones de límites; en el caso de Retablo son las comunidades de Lucanamarca y Pumanrara las que viven en un estado de beligerancia, rivalidad y desconfianza mutua permanentemente.
La particularidad en la novela de Julián Pérez es que los notables y ricos de Pumanrara, presididos por el linaje de los Amorín, establecen alianzas con los "uquis" de Lucanamarca para apoderarse de las tierras y de la mina de sal de los pumaranrrinos. Estas contradicciones se manifiestan de manera concentrada en las familias de los Medina, considerados como "chutos" por el clan adversario, y los Amorin, principales entre los notables del pueblo de Pumanrara. La rivalidad entre ambas familias se agudiza con el asesinato del arriero Gregorio Medina Sacsara (padre de Néstor Medina y abuelo de Grimaldo y Manuel Jesús) por bandoleros disfrazados de Lucanamarca al servicio de Fausto Amorín, el viejo. Néstor, que fue testigo siendo casi un niño del asesinato de su padre, será testigo más delante de varias incursiones de fuerzas combinadas, de policías y lucanamarquinos, en una de las cuales la casa de los Medina queda reducida a cenizas.
Uno de los pasajes épicos más notable de Retablo es aquel en que Clavelina Contreras, bella muchacha poseedora de la voz más hermosa del pueblo y virgen aún se une a la resistencia contra la mesnada del segundo Amorín y muere después de ser violada por la gendarmería.En medio de este clima de guerra no declarada más que secular, de odios y rencores, y en un momento en que los notables ejercen pleno dominio, llega a Pumanrara un forastero que se presenta como alfabetizador del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. Los "uquis", que son enemigos de la Reforma Agraria velasquista, lo detienen y hacen pasar la noche en el cepo, y a la mañana siguiente, amarrado de espaldas a un burro chúcaro, lo expulsan de manera humillante del pueblo con el peligro de que perdiera la vida desabarrancándose a un abismo. Tiempo después, sin embargo, el forastero retorna a Pumaranra, pero esta vez se presenta como Antonio Fernández, experto en cuestiones agrarias interesado en estudiar las andenerías que utilizan los comuneros en la agricultura de la zona. Alojado en la casa de la anciana más pobre del lugar, Mamá Auli, y que es, asimismo, la memoria viva de Pumanrara, mediante un trabajo paciente, que incluye la experimentación de nuevos métodos de riego y el deporte, logra ganarse la confianza del pueblo y de manera especial de los jóvenes, entre los que se encuentra Grimaldo Medina Huarcaya, uno de los personajes principales, si no el principal, de la novela. Antonio Fernández es el primer mentor de Grimaldo en el camino de la rebeldía: él lo inicia en cuestiones de ideología y junto con otros jóvenes del lugar los ejercita físicamente y los prepara en el conocimiento de la geografía de la zona donde se halla el lugar llamado Markaqasa donde años después los subversivos, comandados por Grimaldo (cuyo nombre de combate será "Antonio", en homenaje a Antonio Fernández que murió en una acción subversiva) convertirán en fortín. En Huamanga, Grimaldo, graduado en Antropología completa su formación y se entrega a la lucha armada y su accionar se extiende por la zona de sus ancestros en los dos primeros años del gobierno de Fernando Belaúnde. Así en otro nivel, en otra dimensión, continúa la inmemorial lucha entre Lucanamarca y Pumanrara, entre "uquis" y "chutos", entre los Medina y el clan de los Amorín, cuyo último Fausto Amorín, después que los subversivos destruyen la mina Buena Nueva Urankancha, será liquidado y dinamitado en el atrio de la iglesia del Señor de Luren, por dos de los sobrevivientes del ataque conjunto de tropas de infantería y helicópteros artillados al fortín Markaqasa, donde pierde la vida Grimaldo-Antonio, si bien nunca se encontró su cadáver.
En el tratamiento de la guerra subversiva, Julián Pérez ha evitado en gran medida el maniqueísmo, la idealización o estigmatización de los personajes por sus opciones políticas y, acierto notable, ha desideologizado el relato controlando el uso del metalenguaje ideológico-partidarista tan característico de las organizaciones de origen marxista-leninista-maoísta; así, por ejemplo, nunca se nombra a Sendero Luminoso cuyos destacamentos son llamados "rebeldes", "subversivos", "alzados", y sólo cuando es indispensable para la compresión del discurso narrativo se alude al Partido con la "P" como sigla. Por supuesto, el narrador no puede eludir el uso de la jerga de las fuerzas del orden y de los medios periodísticos contrarios a la subversión, como en el texto siguiente: "Una compacta columna de delincuentes subversivos al mando del sanguinario-polpotiano-terrorista-asesino-loco con el alias de "Antonio", fue abatido en las alturas de Pumaranra". Ahora bien. Uno de los mayores desafíos que la novela debe haberle planteado a su autor es la plasmación artística de Grimaldo Medina (la elección del nombre de Grimaldo, es una clara aunque secreta respuesta de Julián Pérez Huarancca al cuento de Luis Nieto Degregori, "Vísperas", pues el modelo real –Hildebrando Pérez Huarancca (hermano de Julián) - es el mismo en ambas historias.
Una de las razones del retorno de Manuel Jesús a Huamanga y a la zona de Pumaranra es ubicar el lugar donde murió en combate y recoger testimonios sobre Grimaldo Medina, hermano mayor suyo y reivindicar su memoria. El resultado no es un personaje de una sola pieza, sin fisuras, ejemplar y heroico; según los recuerdos del narrador, fue un hermano protector, amante y respuetuoso de sus padres, un oyente apasionado de la historia de Pumaranra y de Lucanamarca, en cuyo devenir tuvo lugar el asesinato de su abuelo y de las humillaciones, incluyendo la cárcel, que padeció su padre; pero también presenta a Grimaldo en su adolescencia y primera juventud como un fornicador empedernido que utiliza un leguaje grueso y aun obsceno cuando alude a sus aventuras amatorias; y tampoco oculta los hechos de sangre cometidos por el destacamento subversivo que él comandaba como consecuencia de ese lado oscuro e irracional que pueden alcanzar hasta las guerras más justas. Aunque no está exento del todo de maniqueísmo en relación a Lucanamarca (en algunas ocasiones el narrador apostrofa a sus pobladores como "raza maldita", "raza traídora", lo cual incluso es antidialéctico –"uno se divide en dos" decía el viejo Mao Tse-tung: no todos los alemanes durante la guerra fueron nazis, no todos los norteamericanos apoyaron la barbarie de Bush en relación a Irak o Afganistán), Retablo ofrece una visión distinta, por lo menos más matizada, sobre los sucesos atroces que ocurrieron en ese pueblo durante la guerra interna.
De modo que ya en un plano extraliterario, la novela de Julián Pérez tendrá que ser tomada en cuenta para que historiadores del futuro, de espíritu abierto y equilibrado, formulen una versión más objetiva de lo que sucedió en Lucanamarca.El rol de Manuel Jesús como narrador-personaje merece un último comentario. Aunque es el narrador principal y quien desencadena la historia, su discurso no es ni narcisista ni monológico, pues al incorporar otras voces y otras memorias, relativiza su propia visión de los sucesos y confiere una dimensión dialógica al tejido narrativo. De otro lado, la representación que hace de sí mismo, dista de ser complaciente: a la profunda crisis existencial por la que atraviesa –ruptura matrimonial, sentimiento de haber fracasado en todas las metas que se impuso en la vida- se añade el secreto sentimiento de culpa que arrastra por haber abandonado a sus padres huyendo a Lima para evitar la represión militar por ser hermano del "sanguinario terrorista" Grimaldo Medina. Existen, desde luego, algunos defectos formales y técnicos secundarios que no desmerecen la calidad del libro.
En suma, Julián Pérez Huarancca con Retablo ha escrito una buena, incluso muy buena novela -no sólo en cuanto al tema de la guerra, sino de la novela peruana- en general.
Artículo extraído, suprimido y resumido del Original. Publicado en Libros & Artes Nº 20 y 21. Lima: julio 200,7, pp. 18-25. Por Miguel Gutierrez :"Narrativa de la Guerra: 1980-2006".